Vamos a limpiar rincones...

Por fin he incumplido lo que dije en mi primera entrada respecto a no publicitar este diario.Inicialmente pretendía que fuera como un "diario íntimo de la Srta. Pepis" abierto encima de la mesa de un bar. Que quién se acercara a ojearlo lo hiciera de pasada, sin conocerme ni con ningún prejuicio, más por el morbo de asomarse a la ventana de un desconocido y echar un vistazo a su interior.Pero mi lado exhibicionista es mucho más fuerte de lo que yo mismo me creo. Al igual que en su momento publiqué una vivencia muy privada, de la cual he hablado aqui también, en un foro público -hum.lit- ahora he vuelto allí, tras semanas de no asomarme, para colgar un trozo de este diario y, logicamente, hacer mención de él.Espero que al igual que entonces, las opiniones sean amables y exentas de crueldad, lo que no quita que se critique lo que se quiera criticar.

viernes, 29 de junio de 2007

Día accidentado

viernes, 29 de junio de 2007

Ayer jueves me enteré de que mi padre había tenido la tarde anterior un accidente de tráfico.


La historia comienza a las nueve de la mañana del viernes, mientras discutía con el director de una oficina bancaria sobre la conveniencia o no de hacer determinada operación. Justo en ese momento, me suena el móvil. Mi hermano pequeño, del que hablaré en un futuro próximo aquí, me comenta que ayer nuestro padre tuvo un golpe con el coche, nada grave, tranquilo, sí, siniestro total, se ha hecho algo de daño, pero no es grave, contusiones varias, está preocupado por el pecho, acuerdate que el año pasado se dió el golpe y estuvo jodido semanas, también el ojo, una fisura en la córnea, sí con las gafas, no por lo visto no le ha afectado a la lente intraocular de la operación de cataratas, además tiene hinchada la nariz y los ojos amoratados...



Mi padre tiene sesenta y siete años, lleva trabajando de albañil desde los catorce y todavía no se ha jubilado. Está viviendo en un pueblo a 40 km de Barcelona con lo que se traga diariamente cerca de 100 km de ciudad, autovía y carretera secundaria. Antes de ayer volvía de trabajar a las tres de la tarde, había plegado pronto y no se encontraba del todo bien. A pesar de que no acostumbra a almorzar, visto que su socio se retrasaba, se metió entre pecho y espalda un bokata (tamaño bar de paletas, 3/4 de barra de medio) y una cerveza. Por lo que me comentó, se pasó toda la mañana notando un peso en el estómago que le producía un contínuo malestar.



A la entrada del pueblo, ya casi llegando, sólo le faltaba atravesarlo y entrar en la urbanización que hay en las afueras, dice que notó como le volvía el peso en el estómago. Aunque no se atreve a relacionarlo con el accidente, el hecho es que segundos después, no sabe muy bien como ni por qué, entró en la siguiente curva con los ojos cerrados y sin girar el volante. Tuvo la suerte de que tanto él como el señor que venía enfrente iban lentos, por que se salió de su carril y se lo comió literalmente. Choque frontal. El señor, que se lesionó una muñeca y se dió el clásico latigazo en las cervicales, le comentó después que se había abierto la muñeca de tan fuerte como apretó el volante al intentar esquivarlo.



Mi padre, en estado de shock, con la ropa manchada de sangre, se dejó hacer. Empezó a parar gente, a salir móviles, sí. yo llamo a una ambulancia, ¿puede usted llamar a la policía local?, ya he llamado a los mossos, aquí llega la ambulancia.

Cargaron a los dos accidentados en la primera ambulancia que llegó y se los llevaron al hospital. El accidente fué a las tres de la tarde y a las nueve salían de allí. Se encontraba mi padre en el vestibulo del hospital, mirando fijamente un teléfono público en la pared (sin acordarse que llevaba el móvil en el bolsillo) cuando se le acercó una señora y le preguntó ¿Es usted el del accidente? Sí, soy yo. Mi marido es el otro, ¿no puede leer los números del teléfono? Sí, los números sí, lo que no se es como ni por donde meter los euros... ¿tiene usted quién le lleve? Pues mire, no. No se hable más, se viene con nosotros.


Dicho y hecho, se fué con la familia del otro accidentado y por el camino fueron comentando y, de aquí puede acabar saliendo una bonita amistad, por que tanto una parte como la otra se comportaron con educación, solidaridad y compañerismo.

Al día siguiente, conciabulo familiar para ver si conseguiamos que se replanteara la opción de jubilarse de una vez y comenzar a disfrutar la vida, especialmente por que es el tercer accidente de caracteristicas similares en los últimos cuatro o cinco años. Pero no hubo manera. En todo caso le insistimos encarecidamente que hay otros medios menos bruscos de iniciar amistades y sí, por fin, en esto sí que estuvo de acuerdo.

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