Vamos a limpiar rincones...

Por fin he incumplido lo que dije en mi primera entrada respecto a no publicitar este diario.Inicialmente pretendía que fuera como un "diario íntimo de la Srta. Pepis" abierto encima de la mesa de un bar. Que quién se acercara a ojearlo lo hiciera de pasada, sin conocerme ni con ningún prejuicio, más por el morbo de asomarse a la ventana de un desconocido y echar un vistazo a su interior.Pero mi lado exhibicionista es mucho más fuerte de lo que yo mismo me creo. Al igual que en su momento publiqué una vivencia muy privada, de la cual he hablado aqui también, en un foro público -hum.lit- ahora he vuelto allí, tras semanas de no asomarme, para colgar un trozo de este diario y, logicamente, hacer mención de él.Espero que al igual que entonces, las opiniones sean amables y exentas de crueldad, lo que no quita que se critique lo que se quiera criticar.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Di lemas


-IMPORTANCIA DE LAS LENTEJAS PARA EL PUEBLO CHINO EN LA ÉPOCA MEDIEVAL Y SU RELACIÓN CON LA IGLESIA CATÓLICA-



Reflexionaba yo sobre la importancia de las lentejas para el pueblo chino en la época medieval, cosas que tiene el sopor de después de comer -estoy de vacaciones- cuando me descubrí meditando sobre la iglesia.

Soy, gracias a Dios y especialmente gracias a sus representantes en la tierra, profundamente anticlerical.

Mi opinión sobre el clero, sobre cualquier Vendedor - Representante de cualquier Secta/Campaña de marketing, -la católica en particular, que es en la que estoy educado- es similar a la que tienen ellos cuando les mientas la Bicha: tiendo a declararme ante ellos como satánico.

Absurda contradicción para un ateo recalcitrante como es mi caso, aunque no sean capaces de verlo mientras "mascullan jaculatorias y vaderetros" varios.

Pero centrémonos. Pensaba y reflexionaba sobre la iglesia en relación a una imagen vista en la T.V. (tengo excusa, nos hemos comprado una tele nueva y había que instalarla y sintonizarla y comprobar que ... ná, que sí, que estaba viendo la tele, sí). La imagen era de un señor sentado en un rincón de una iglesia inmensa, en silencio y semioscuridad, las manos entrelazadas, la cabeza postrada, los ojos mirando al frente, seguramente hacía el altar, la mirada claramente perdida en la inmensidad, creo yo, de sus pensamientos.

Aquel hombre no presentaba la clásica -y para mi odiosa- pinta del beato que va a misa de 10, comulga, confiesa, hecha unas monedas en el cepillo y desayuna unos churritos feliz de haber cumplido el expediente de cada domingo, o de cada día, compromiso obligado, el que dirán que pesa más que el que hago, que soy.

La imagen que me transmitió era más bien la de alguien que apesumbrado o simplemente preocupado por sus problemas, buscó un lugar tranquilo donde sentarse a reflexionar y resolver (o a plantear, que ya es mucho) vaya usted a saber que dilema ético.

No niego que la imagen estaba en mi cabeza y que el señor se adecuaba a ella y que en el fondo me sirvió a mi para conjurar mis propios fantasmas y que posiblemente, no tuviera absolutamente nada que ver con lo que yo veía.

Mi pensamiento, ayudado por el sopor de la siesta, entremezcló la imagen real con los fantasmas y me descubri reflexionando sobre los dilemas que llevan a una persona a necesitar desconectar del mundanal ruido, a quedarse solo, apagar el universo y mirar hacia dentro.

Tendría que ser alguna decisión ética que afectase a los cimientos de su vida, que chocase contra sus principios , aquellos que no tenemos a flor de piel, esos que aunque siempre están ahí, formando parte del poso de nuestro caracter, no acostumbran a salir a la superfície, a formularse con palabras, más que en contadas ocasiones.

La pérdida de un ser querido por ejemplo.

No hablo de cualquier persona, hablo de alguien muy cercano, pareja, hijos, padres, alguien que forme parte de tu vida y que perderlo significa que de repente una parte de tu persona -entendiendo persona como algo físico, psíquico e intelectual, cuerpo y alma, el yo + las circunstancias- una parte de tí, desaparece o cambia drásticamente.

Cada uno de nosotros afrontamos esas situaciones de maneras distintas, cada cual tiene sus herramientas, algunas más chapuzas, otras más sofisticadas.

Hay quien reflexiona frente a un altar y matiza todo lo que siente a través de los evangelios, del corán o del libro sagrado de turno.

La teoria de la sincronizidad de Jung también puede valer, igual que hay quién lo hace a través de bolas de cristal, horóscopos o tarots varios.


En mi caso la meditación suele venir dada a través de catalizadores líquidos. Sentarme frente al mar, profundizar en el ritmo de su respiración, olas y mareas, intentar sincronizarte con él (nada que ver con Jung, me temo) y dejar fluir pensamientos, sentimientos y principios hasta llegar a alguna conclusión, que puede ser, por que no, que no se que hacer ni como actuar (conclusión más habitual de lo que nos gustaría).

También es muy habitual sustituir la inmensidad del Mar con la inmensidad del Bar y utilizar como líquida bola de cristal el contenido de un vaso -los peliculeros dirán que de whisky, yo soy más de cerveza y porros. Si he de ser peliculero, un bourbon, gracias.-



- LOS TRIÁNGULOS NUNCA, BAJO NINGÚN CONCEPTO, SON EQUILÁTEROS-

Otro tipo de dilema que provoca que nos abstraigamos del entorno son los problemas de pareja, sobretodo cuando nos planteamos la posibilidad de romperla.

Me imagino -no lo he vivido y no lo sé- que debe ser realmente duro estar enamorado de tu pareja, estar bien con ella -con los problemas de la rutina, posiblemente, pero bien- y de repente, sin buscarlo, encontrarte con otra persona que te atraiga hasta tal extremo que sientas la necesidad de compartir con ella, o con él, cada vez más momentos y situaciones, hasta el extremo de que te llegues a plantear dejar a tu pareja para disfrutar de esos momentos.

Debe ser duro, díficil y éticamente inexcusable, serle leal y plantearle lo que está ocurriendo, que parcelas exclusivas de tu vida, en la que hasta ahora solo participaba tu pareja -amante, confidente, amigo/a #1, etc- y ver si estás dispuesto/a a permitir entrar o dejar que entren en esa parcela privada que solo compartes con la pareja.

El primer inconveniente que plantean los triángulos es que nunca, bajo ningún concepto -Sí amigos, en la E.G.B. nos minitieron como bellacos- son equiláteros.

Si así fuera, se podría sobrellevar. Pero no, para uno siempre es demasiada la parte de parcela que se cede, para otro siempre sabe a poco y siempre hay un vértice que atrae más, se generan tensiones, se inclina, hasta que alguno de los vértices no soporta la presión y el triángulo se rompe.

Unas veces los dos puntos iniciales intentan rehacer alguna figura geométrica nueva -nunca la inicial-, a veces el tercer punto arrastra y se lleva al otro -me temo que lo más habitual- y a veces, también habitual, creo, los tres puntos se quedan solos en el plano.

El problema planteado es mucho más fácil de resolver cuando la pareja inicial está mal, no tiene cimientos sólidos y arrastra mar de fondo, ese mar que no se mira, no se comenta, pero esta ahí y hace la navegación, ya díficil de por sí, terriblemente inestable.

En este caso me imagino que no se llega a generar el triángulo, simplemente se rompe la pareja y, o bien se funda una nueva, o bien se disfruta de la situación y ya veremos que pasa en el futuro.

El problema se complica cuando dentro de la pareja hay unos cimientos sólidos, -no hablo de hijos ni de "antiguedad", aunque tengan su peso- un nivel de comunicación alto, fluido, un nivel de complicidad y amor fuerte.

Aunque siempre hay en algún momento alguna grieta en todas las parejas, unas veces por que caemos en rutinas que a una parte ya le están bien, pero a la otra no le valen, otras veces por que si no estamos satisfechos con nosotros mismos, como vamos a estarlo con nuestra pareja...

El problema es que si aparece una persona interesante en una temporada en la que la grieta está abierta, o más abierta de lo habitual, es fácil que el interés, la atracción, se cuele por la grieta y acabemos necesitando satisfacerlo, conocer más -en todos los sentidos, incluido el bíblico, of'course- a esa otra persona que resulta tan interesante y atractiva.

¿Que hacer cuando descubres que estás en una situación similar a la que acabo de describir? Buen dilema sobre el que teorizar.

Tu mujer está colgada con otro tipo, tu lo sabes, sabes que te quiere, sabes que la quieres, pero también sabes que esta colgada con otro tipo y que tiene la necesidad de satisfacer esa atracción. ¿Que #&!! hace uno?

Supongo que irse a algún lugar tranquilo a reflexionar.

Si mandarlo todo a la mierda -esto no me lo hace a mi, no se lo consiento, que le den. Adios- .


Si luchas por reconducir la situación y cerrar la grieta, aunque tengas que empujar al cabrón que ya ha metido medio cuerpo dentro y amenaza con meter el resto.

Si intentas reconducir la situación, como decía la canción -una de dos, o me quedo con ella o nos apañamos entre los tres- e intentas sobrellevar el triángulo, con el poco futuro que tienen estas figuras geométricas tan, digamos, inestables.

Si te quedas sin hacer nada. Si me quiere volverá. JA!.

Supongo que en estas situaciones -aquí si que tengo experiencia y se empíricamente de que hablo- es cuando uno ha de irse a un marco incomparable -da lo mismo si es una iglesia, el rompeolas, lo alto de un cerro o el fondo de un vaso- a hablar con uno mismo y tomar una decisión.

Por que en realidad este tipo de problemas no son de pareja.

Son problemas personales que hay que resolver inmediatamente. Como quieres vivir tu vida y con quién, en que circunstancias y con que límites. Que estás dispuesto a admitir en tu vida y que no.

Malditos principios y maldita coherencia personal.

Cuando por fin crees que lo tienes claro, siéntate a hablarlo con tu pareja, lima asperezas. Cede, pero cuidado, sólo hasta cierto punto. Hay cosas, principios, innegociables.

Escucha su punto de vista -si no ha hecho reflexiones similares descubres lo caótica que puede ser la mente humana- opina, determina cuales son los límites más allá de los cuales no merece la pena seguir discutiendo, sigue discutiendo.

Otra cerveza, un porro que -aparentemente, ya lo se- te ayude a sintonizar tu caos con el de ella a ver si llegas a algún lado. Hasta que por fin llegas a un punto de acuerdo.

Depende de como haya ido la lucha -no deja de ser una lucha por mucho que lo llamemos de mil maneras distintas- puedes haber quedado tan tocado que solo te queden ganas de lamerte las heridas. O de que tas laman.

Durante un tiempo más o menos largo -directamente proporcional a lo profunda que haya sido la herida personal y la grieta en la pareja- estarás hecho polvo y con la luz de alarma encendida. Esforzandote por respetar y comprobando si se respetan los límites marcados.

¿Y que ocurre si realmente no se respetan esos límites?



-EL ESTADO DE LAS COSAS. CENTRALES NUCLEARES, SITACIONES FINANCIERAS, PANELES DE CONTROL Y LUCECITAS DE COLORES-


No puedes hacer nada. No puedes estar replanteándote tu vida constantemente (yo no, al menos), Si ajustas y reajustas los límites y vuelven a fallar, no hay solución. Excepto salirte de la partida, romper la baraja e irte, seguramente a buscar otra nueva.

Durante una experiencia de este tipo se encienden miles de lucecitas en el panel de control de tu mente, te sientes como un Hommer Simpson borracho mirando el panel de mando de la central nuclear. Un pollo picoteando al azar podría acertar antes que tú en el botón adecuado que estabiliza el núcleo, el que resuelve la emergencia y apaga las luces rojas.

Has conseguido resolver la emergencia, ¡enhorabuena! eres un pollo de pico ágil.

Pero no todas las luces se apagan de golpe. Siempre quedan indicadores que no se estabilizan inmediatamente-el refrigerante del núcleo no recupera su temperatura correcta por apretar un botón- y sobre todo, queda la necesidad fisiológica de continuar tocando botones y controlando el estado de las luces.

Por suerte llega un momento en el que dejas atrás la paranoia, y te paras a analizar como resolver ese estado acelerado e hiper-controlador en el que acaba uno cayendo. Una solución, entre tantas, es afrontarlo de una forma similar a como afrontamos nuestra situación financiera.

Se que esta comparación no resulta muy romántica, pero no estoy hablando de romanticismo sino de vivir la vida día a día, sin que duela y, a ser posible, disfrutándola. Casi ná.

Cuando disponemos de una situación financiera holgada, vamos, que estamos sobrados, que llegamos a final de mes, nos damos algún capricho y encima, me sobra y ¡ahorro!, en estas condiciones, es realmente fácil dejar de mirar el extracto bancario, tirar de tarjeta alegremente sin comprobar si de verdad lo necesito, si de verdad puedo. Te relajas y olvidas los indicadores, aunque te cobren interés por que has gastado más rápido de lo que repones.

Pero los indicadores están ahí y si hubieras estado observandolos constantemente habrías visto como el verde luminoso y feliz ha ido virando a un tormentoso amarillo y, cosas de la timidez, empieza a enrojecer.

Tengas la situación financiera que tengas, hay que mirar los indicadores.

Cuando vas de sobrado, es suficiente con ojear mensualmente los extractos del banco. Atento a las anomalías - ¿que coño es esta comisión? ¿están tontos o qué? mañana sin falta les llamo y que me la quiten- dedicandole un esfuerzo mínimo, de mantenimiento.

Cuando no llegas a final de mes y no sabes si lo conseguirás, no sólo hay que analizar el extracto con lupa, sino que hay que plantearse cada gasto y cada inversión después de un estudio profundo, sopesado y compartido.

Aquí se rompen muchas relaciones, lo de contigo pan y cebolla funciona mientras haya como mínimo para pasta de dientes, si no al final no aguantas ni el aliento de la pareja.

La única manera de no encontrarte en la situación de tener que escoger entre dentrífico o cebolla, de encontrarte con todas las luces rojas parpadeando como locas, es haber estado atento a cada ocasión en la que se ha encendido una, aunque sea amarilla.

Hay indicadores que son básicos y tan claros que no prestarles la mínima atención es peligrosisimo. ¿No deberíamos reajustar nuestros gastos si se han modificado a la baja los ingresos? ke t'has kedau en el paro, tio!!! No te puedes ir tres meses de vacaciones a CanCún, furro!!! ¿Qué no ves el indicador?


Si tienes la suerte (mala, por supuesto y además buscada) de encontrarte con todas las luces encendidas y además eres capaz de resolverlo (has actuado, has cambiado tu suerte), te encontrarás que resulta díficil dejar de apretar botones, decidirte a comprar dentrífico y cebolla -¡Coño que ahora va bien, puedes comprar hasta caviar y cava (no mucho, pero un día es un día)-.

Dejar de mirar extractos y analizar tiket a tiket todos los gastos es el nuevo reto.

Dejar de controlar 24 horas al día 7 días a la semana las luces, ahora tiene un rojizo más claro, allí veo una verde, aquella amarilla... ¿venía de rojo o ha virado desde el verde? Es una locura, no lo soportarás y te hundirás y arrastrarás a tu entorno contigo. Sí, pelín apokaliptico, ¿y qué?

Llega un momento en el que hay que hacer un reset en el panel.

Apago todas las luces y las voy enciendiendo poco a poco, una a una. ¿Queda alguna roja? A por ella. ¿Están todas ya verdes? Por fin. Respira hondo, relájate. Ommmmmmmmmmmm. Coge el panel, ponlo en algún lugar que no moleste (sin perderlo de vista, sin olvidar de echarle un vistazo de vez en cuando) y dedicate a vivir y a disfrutar la vida. Así de sencillo. Así de díficil. Así es la vida.



-QUE SI QUIERES ARROZ... -


Pero volviendo al tema inicial, me interesó reflexionar sobre que tipo de dilema debía tener el hombre aquél y que es lo que encontraba al "marco incomparable" en el que se encontraba. Posiblemente estaba descansando y refrescándose en una mañana calurosa -ser vendedor puerta a puerta es muy duro- y si pensaba en algo, era cómo continuaría su ruta, por dónde iría que hubiera más sombra, o en cuantas enciclopedias le faltaban por colocar para irse a tomar una cervecita o, por que no, sobre la importancia de las lentejas para el pueblo chino en la época medieval que, como todo el mundo sabe, era nula. El pueblo chino no descubrió las lentejas hasta después del XIIV y nunca tuvo suficiente importancia para sustituir al arroz. ¿Qué cosas, no?

Diego

jueves, 2 de agosto de 2007

Sueños contados

DREAM #1

Estaba desconcertada. Sabe que ha sido un accidente, que no quería hacerle ningún mal, que no ha sido su culpa y sin embargo, el viejo está muerto y ella se siente culpable.

Es un viejo decrépito, sin dientes, casi calvo, sólo algunos pelos como dibujados cruzándole el craneo. Es, bueno era, un viejo delgado, casi esperpéntico. La ropa vieja pero limpia, algo grande, dándole una imagen desgarbada. El viejo estaba muerto y era consciente que, aunque hubiera ocurrido por accidente, tenía que hacer algo.

La mujer sabía que estaba mal, que lo que tenía que hacer era avisar a alguien, pedir ayuda y que se siguiera "el conducto reglamentario"; ella no era culpable y lo sabía, seguro que se podría demostrar. Sería un problema, un disgusto, un mal rato, pero ya estaría. Alguien se haría cargo del asunto y ella podría descansar. A pesar de todo, mientras pensaba en ello, seguía preparando el cadaver para meterlo en el horno.

Que nadie le pregunte como era posible que hubiera conseguido meterlo en el horno, lo cierto es que había cabido. Eso sí, lo había tapado con papel de aluminio, no podía soportar verlo. Mientras se cocinaba, pensó en el olor, pensó en quién, en cómo se lo comería.

Aunque consiguió anular el olor, su cerebro no procesaba la información, se negaba a olerlo y tampoco conseguía resolver el problema de que hacer con el viejo una vez cocinado. La angustia le subía por el cuerpo, empezaba en lo más profundo de su vientre y subía en oleadas cada vez más frecuentes, hacía escala en su pecho, removiéndole las entrañas, le subía hasta la boca y le bloqueaba la mente, dejándosela en blanco. No, en blanco no, en negro. No pensar, anular el sentimiento de culpabilidad mientras el viejo se horneaba.








DREAM #2


La mujer subía en el ascensor.

Era el ascensor de un bloque de pisos, del extraradio, un bloque de vecinos.

La mujer subía sola.

El bloque era altísimo.

Tanto que parecía que nunca llegaría arriba.

Sabía que él estaba arriba, esperándola.

Lo veía, a pesar de estar encerrada en el ascensor que no acababa de llegar a su destino.

Cuando llegó por fin, dió una sacudida extraña y mientras la mujer y él se miraban a los ojos, el ascensor comenzó a descender a trompicones.

Lentamente, unos pocos centímetros cada vez, una mínima parada, un nuevo trompicón y otra minúscula caida al vacío.

La mirada, seguramente de complicidad, se convirtió de golpe, al notar que los trompicones les alejaban inexorablemente, en una mirada de pánico.

Él intento sujetar el ascensor, agarrándolo no sabe bien como.

Ella notó que el descenso se detenía, momentáneamente.

Él realizaba un gran esfuerzo, estaba al límite de sus fuerzas.

Ella le seguía mirando, fijamente, pero ahora los ojos de ella transmitían pánico y horror.

El ascensor inició bruscamente el descenso.

En un instante se estrelló abajo, contra el suelo.

Quedó completamente destrozado.

Una nube de polvo cubrió el hueco del ascensor.

Se elevó como en una chimenea y salió por la puerta abierta.

Habían caido, la mujer dentro del ascensor.

Él arriba.


* * *

Al día siguiente la mujer volvió al edificio y mientras miraba el extraño agujero que había quedado donde cayó el ascensor, no podía creer lo que le decía su acompañante. Él ya no estaba. Todo se había acabado en aquel ascensor, en aquella caída. La mujer sintió una pena tan enorme que la desbordó. No hubieron lágrimas, pero el llanto la desbordó.

* * *
La mujer despertó en la cama, angustiada.

Tenía una sensación de pena tan grande que no creía poder soportarla.

Necesitaba comprobar que él seguía a su lado, durmiendo tranquilamente, ajeno a la experiencia que ella acababa de vivir, de soñar.

Se giró en la cama y con la mano buscó su cuerpo.