Vamos a limpiar rincones...

Por fin he incumplido lo que dije en mi primera entrada respecto a no publicitar este diario.Inicialmente pretendía que fuera como un "diario íntimo de la Srta. Pepis" abierto encima de la mesa de un bar. Que quién se acercara a ojearlo lo hiciera de pasada, sin conocerme ni con ningún prejuicio, más por el morbo de asomarse a la ventana de un desconocido y echar un vistazo a su interior.Pero mi lado exhibicionista es mucho más fuerte de lo que yo mismo me creo. Al igual que en su momento publiqué una vivencia muy privada, de la cual he hablado aqui también, en un foro público -hum.lit- ahora he vuelto allí, tras semanas de no asomarme, para colgar un trozo de este diario y, logicamente, hacer mención de él.Espero que al igual que entonces, las opiniones sean amables y exentas de crueldad, lo que no quita que se critique lo que se quiera criticar.

lunes, 9 de julio de 2007

Sábado, en rutas por la rutina.

Toda la semana loco por que llegue el fin de semana y cuando te quieres dar cuenta ya es lunes por la mañana otra vez.

Sábado por la mañana, vamos de compras.

Por suerte lo que yo entiendo por ir a comprar, comida fresca, droguería, recarga de despensa, etc. ya está hecha entre semana. Es la ventaja que tiene vivir con una cartera, a las dos del mediodia ya ha acabado su jornada. ¿Qué hasta las cinco y media que se levanta de la siesta no es persona?, vale. Pero ha cogido la costumbre de parar en el super al volver del curro y eso "despeja" mucho el fin de semana.

La rutina del fin de semana, especialmente éste, que el niño esta de colonias en el delta del Ebro, es lenta, muy lenta. Nos levantamos tarde y con esfuerzo. El desayuno es una gozada: Café de cafetera (el soluble se queda para los días laborables), tostadas y zumo. Sentados en la terraza mirando al mar, detrás nuestro la vidriera de la habitación, abierta de par en par para ventilarse, con las sábanas arrugadas a los pies de la cama, cojines y la ropa de ayer tirada por el suelo, con algún perro -solet o kika- dormitando encima. Delante, la vista pasa de la piscina -nada serio, dos metros de diametro con dos palmos de agua, pero suficiente para acercarnos a la felicidad- a los tejados y alguna fachada de las casas que, siguiendo la pendiente hasta la costa, enmarcan el azul intenso del mar en los días soleados de verano. El Bcin, las torres mapfre, la sagrada familia, la montaña de montjuic, conforman los rasgos más destacados del sky line del que disfrutamos desde casa, mientras comentamos la jugada y decidimos qué hacer.

Tenemos curro de bricolaje en casa. Hay que colocar el escritorio del niño y la "bacaladera" en la terraza. Hoy sería un buen día para mirar lo del ventilador. Ya son las once de la mañana y el calor aprieta, el toldo resulta insuficiente, hay que moverse. La eterna duda, chapuzón en la piscina o ducha fria en el lavabo. ¿por que no las dos cosas?. Vestirse, ropa cómoda que hace calor, sandalias, tejanos y camiseta, hoy toca la de Ramones, esta limpia pero sin planchar. Total, que más dá.

Objetivo, comprar un ventilador de techo para la habitación. Sabemos dónde lo podemos conseguir y vamos directos a encargarlo. En el camino vemos un concesionario de la nissan. Desde que mi padre tuvo el accidente la semana pasada, siniestro total, habiamos decidido regalarle nuestro coche (ya tiene siete años) y comprarnos uno nosotros. De entre las distintas opciones que tenemos un compañero de trabajo me ha hablado del QasQhais (no se muy bien como se escribe) y paramos a mirarlo, ya que no hemos visto ninguno en la calle. Alucinamos. Se nos va un poco de precio, pero joder, lo tiene todo. Sólo tiene dos inconvenientes: la luna trasera muy pequeña (mi compañera necesita que sea amplia para conducir a gusto), detalle que el vendedor resuelve rápido, ¿has visto que grandes y amplios son los retrovisores exteriores? aunque no tuviera nada de luna trasera, se ve todo.

El otro inconveniente es el color. Ella lo quiere rojo. No se por qué, automáticamente me ha venido a la mente de que color sería cierto Córdoba al que llegue a odiar la navidad pasada. Se lo pregunté una vez y no hubo respuesta. Ella cree que sí, pero un "no se, ahora no me acuerdo" no es respuesta, al menos para mí. Se perfectamente que es una gilipollez, que le gusta el color rojo para un coche desde que tuvimos un ford fiesta allá por el pleistoceno superior, que no tiene nada que ver, pero, otra vez pongo un pero.

Un día maravilloso, al que estamos sacando el jugo, jugando a reirnos de la rutina y a no parar sin hacer nada y mi puñetera cabeza tiene que ponerse a elucubrar gilipolleces. No puedo evitarlo y se me tuerce el gesto. Ella lo nota pero prefiere no decir nada. Cuando por fin dice algo, es tan maravillosa que no puedo evitar sentirme más gilipollas y le explico, a regañadientes y sin detalles lo que me está pasando, que me han vuelto a la cabeza cosas que quiero desterrar y que no quiero hablarlo, solo sacudir la cabeza y expulsarlas. No cuela y no lo consigo. Traerá cola. Pero sigamos.

Llegamos por fin a la ferretería en cuestión. Cerrada. Un precioso cartel anuncia que cerrará todos los sábados hasta septiembre. Vale, pues aprovechamos para acercarnos a Can Basté y recogemos los folletos del "Circuit de Nit" -es el último trabajo de diseño que ha realizado y sirve para anunciar la programación de actos nocturnos de este verano de varios centros cívicos de 9barris.

Todo son actos lúdico-alternativos-culturales y la estética del folleto se cachondea de las agencias de viajes y de la imagen casposa de marina d'or- Le ha costado bastante por que no es fácil jugar con la caspa y no acabar pringoso, pero al final le cogió el tono y el resultado, ahora que lo tenemos en las manos, es bueno. Muy bueno. Aprovecha y queda con el diseñador para que le de una clase orientativa en relación a un programa informático que ella no domina y que resulta, por lo visto, imprescindible. Martes por la tarde, anotado.

Volvemos a casa y mientras ella se encarga del mantenimiento -recoger un poco y recalentar algo para comer- yo ataco de frente el escritorio del niño. Lo puse hace unas semanas, pero tiene una esquina que sobresale y puede hacer daño al niño cuando entra o sale de la cama así que lo alejo de la cama todo lo posible. Suena fácil pero no lo es. El escritorio en cuestión es un cacho aglomerado que no resiste dos instalaciones. Necesito cola de carpintero para restaurarlo, pero me apaño con loctite y no más clavos. Una vez restaurado -ahora entiendo por que estas cosas son tan baratas en el lidl- me enfrento a media docena de agujeros en un tabiquillo que da miedo por que parece que pudiera atravesarla si no voy con cuidado (no sería la primera vez ni será la última). Tras casi una hora de Brico-Zen (no te alteres diego, tu puedes, calma, planifica. Cuenta hasta tres y revisa todos los pasos, ommmm, continúa...) objetivo cumplido: El escritorio sigue pareciendo un escritorio, apenas si se notan los destrozos y está en el sitio correcto. Compruebo por última vez el nivel y sí, está bien.

La comida se convierte en un puro trámite para llegar con el estómago lleno y la cabeza abotargada a la siesta.

Agotado de dormitar más de una hora me despierto juguetón y empiezo a acariciarla y a darle un masajito tirando a relajante. Exactamente el que me apetecería recibir a mí. No está por la faena, tiene dolorido un brazo, los pies, la regla y que se yo. Se limita a ronronear, disfrutar de la situación y seguir dormitando. No quiero recriminarle nada ni forzar ninguna máquina, así que me voy a la piscina. Buf, que buena está el agua -tengo que limpiarla- , fresca de tanto calor. Al rato viene. Más de lo mismo durante un rato, sólo que ahora lo disfruto mejor.

Nos activamos, nos dará la noche perreando y hemos quedado con gente para salir. Me dedico a la bacaladera y ella continua recogiendo cosas, mientras espera a que la necesite. La bacaladera es una fregadera de mármol, de las que había en las cocinas el siglo pasado, una pieza entera rebajada para hacer el seno y taladrada en una esquina para desaguar. Pesa lo indecible, por lo que necesitamos ser dos los que la movamos. La tenemos desde hace cuatro o cinco años, apoyada en un rincón de la terraza, criando mierda y por fin le ha tocado su turno. No voy a contar las vicisitudes del buen instalador. No encuentro el metro, como tomo medidas... un trozo cuerda, o si no, vale el cable ese ya vale. Al final las escuadras que van a la pared han quedado muy separadas y he de rectificar una. La valla de la terraza es hormigón armado y siempre, indefectiblemente, toco varilla cuando taladro. Al final queda bien, sorprendentemente bien. Incluso le he dado una poca de pendiente para que desague correctamente. Lástima que, o bien el desagüe lo tiene en el lado equivocado o yo he hecho la pendiente del revés. Así se queda. De aqui a unos años ya lo rectificaré. O no, tampoco queda mal.

Llega la tarde y le propongo ir a un lugar que ella no conoce a pasear los perros. Vamos en coche, ya que el sitio está en lo alto de la montaña. Tras cinco minutos llegamos. Falta muy poco para la puesta del sol y se queda, literalmente, en estado de shock. Es un punto alto, una ermita, que hay en la carretera de la Vallensana. Para llegar hay que atravesar una urbanización que tiene un cartel muy divertido a la entrada: Prohibido edificar. Si miras hacia el interior, se ve todo el Vallès, una plana enorme y al fondo, Montserrat, sobresaliendo como lo que es, una montaña mágica. Si miras hacia el norte, intuyes hasta el Pirineo (igual no lo era, pero esa fué la sensación). Toda esta vista a pie de coche. Comenzamos a subir por un camino de montaña, acompañados por todos los perros de la urbanización que por lo visto han decidido saludar a los forasteros y tras cien metros de fuerte pendiente, llegamos a la explanada de la cima, donde está la ermita. Nos quedamos sorprendidos, está abierta y hay un señor con una azada haciendo cosas alrededor. También hay un par de iglús con seis o siete jovenes que parecen prepararse para pasar la noche de acampada, como si estuvieran en lo más profundo de la montaña y no a menos de dos kilometros del centro de la ciudad. Miramos hacia el mar. La vista impresiona. Nos quedamos sin palabras.

Volveremos, pero con niño y cámara de fotos. Esto es un regalo maravilloso, me dice . Subimos al coche con las pilas cargadas y bajamos a casa, cenamos un bocata rápido y nos vamos a Santa Coloma, que hemos quedado.

Mientras esperamos vuelve a salir el tema que me hizo torcer el gesto por la mañana. Mientras ella conducía mis pensamientos se fueron por libre y aterrizaron en terreno resbaladizo. Se me torció el gesto con mis pensamientos y cuando se cruzaron nuestras miradas, la mia debió de ser horrible, por que se sintió dolida y desconcertada. Lo hablamos y volvimos a hablarlo. Si no consigo pasar página y olvidar ella tampoco podra estar bien y acabaremos jodidos. Vamos a intentarlo, que vamos por buen camino. Tu procuras no dejarte caer y yo estaré ahí para que no caigas, ¿vale? Vale. ¿A que suena fácil?

La noche acabó tomando un cóctel en un bar que ya conociamos, solo que no sabiamos que era de un colega de mi hermano. Una velada tranquila y agradable, en una terraza fresca y tranquila ubicada en el último lugar donde esperarías encontrarla.

Vuelta para casa, sí estamos cansados, no, no se de qué pero nos apetece meternos en la cama y dormitar. Mañana más.

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